sábado, 3 de marzo de 2007

Vivir por sí mismo

Me ha estado entrando fuerte el bicho de irme a vivir solo.

Pero realmente fuerte.

Es decir, hace tiempo vivo sin mi familia directa, pero quiero decir, vivir realmente solo. Ahora vivo con familiares, que es casi lo mismo que vivir con los papás.

Siempre me ha gustado cuando salen todos de la casa y me quedo solo. Completamente solo.

No sé bien como reaccionaría frente a la vida diaria en soledad. Nunca he sido muy bueno para las tareas de la casa.

Puede que sea una cosa de pendejo, de querer jugar a ser hombre grande. Desde hace un tiempo a la fecha me ha dado por hacer cosas de adulto-joven. Casi como si quisiera matar al niño interior.

No sé si es una cosa de querer ser más maduro o que. Tampoco soy un pendejo, pero me carga tener esa sensación de hacer cosas por demostrar algo (aunque sea a mí mismo).

Tal vez sea por todo este show de que me tengo que devolver a Santiago, y que estoy en una pega, y muchas veces actúo según "lo que se debe hacer".

Pero de que tengo ganas (y la plata obviamente, nunca tan soñador como para hacer cálculos en el aire), tengo muchas ganas.

Aunque no puedo negar que vivir con la familiar permite ahorrar bastante.

En una de esas me aventuro, quien sabe.

¿Que tan mal puede salir?.




miércoles, 21 de febrero de 2007

El placer de correr

Correr es una de las cosas que más me gusta. Siempre me ha gustado hacer ejercicio. Siento que es liberador. Que es una de las cosas donde tu oponente eres tú mismo. Nada más difícil y gratificante que competir contra uno.

Ahora que estoy en mi ciudad natal, he podido volver a correr por la costa, junto al mar. Pocas cosas son tan liberadoras. Me encanta el tener que resistirte al dolor y las ganas de rendirse, de sentir que tu cuerpo deja de bombear sangre, para bombear ácido, de que te queme el cuerpo y que sigas porque tienes que vencerte, porque no puedes rendirte. Es gratificante saber que eres tú y el camino, que no tienes nada que demostrarle a nadie. Que tienes que romper tus propios límites y llegar a donde te propones.

Para mí el ejercicio es casi purificador, el correr y sentir que los problemas se van, que los vas botando en el camino, que se te cambia la piel mientras te esfuerzas, que todos los demás están en fases estacionarias mientras tú estás vivo. Correr por más de una hora por la costa es una de las cosas que más me gustan.

Y la sensación de terminar, de lograrlo, de saber que en cada segundo que pasó querías rendirte pero no lo hiciste, lo hace mucho mejor. A pesar que apenas te puedes mover, y tu camiseta pesa por el esfuerzo, te sientes renovado.

Así que intentenlo. Partan de a poco. Quince minutos. No importa. Pero siempre traten de superarse, de sobrepasarse, de llegar al límite. Verán que es una de las mejores cosas que hay.

viernes, 16 de febrero de 2007

Adiós

Nunca ha sido fácil para mí decir adiós. Creo que es en gran parte porque siempre espero que las despedidas sean lo suficientemente espectaculares y emotivas como para sentir que cierro una etapa. Cuando algo llega a su fin, me gusta sentir que se cierra con algo concreto: un gesto, un símbolo, algo específico y significativo. Y si no lo logro, siento una pequeña incomodidad, breve, pero molesta al fin y al cabo.

Y no me refiero a las despedidas donde nunca más uno se verá con alguien, o cuando uno se va por demasiado tiempo. Tampoco a las cotidianas del día a día. Me refiero a aquellas intermedias, donde no sabes si volverás, donde no estás seguro si el tiempo te reunirá de nuevo con las personas que dejas. Esas son las que más me cuestan, pues no sé bien como actuar, si ser muy emotivo o más bien parco. En realidad me gustaría ser más efusivo con la gente, ser más de piel, pero desde un tiempo hasta ahora, me he dado cuenta que me he ido endureciendo.

Una de las cosas que me gusta hacer es entregar pequeños regalos cuando dejo un lugar, una vez lo hice en un trabajo anterior que tuve, y fue bastante bonito, tanto para mí como para ellos, y lo que más me gustó fue que ellos sabían que tal vez no volvería, por lo que sentían que esos regalos eran realmente de corazón, que no buscaba nada a cambio. Además, yo tenía una posición superior a ellos en el ámbito profesional, lo que hacía que apreciaran aún más el gesto, incluso llegando a emocionarse algunos de ellos (en su mayoría eran hombres).

También recuerdo que en primer año de universidad les entregué a mis amigos más cercanos una carta, donde les expresaba mi agradecimiento, lo que también generó un fuerte sentimiento entre nosotros (aunque recuerdo que hasta último minuto estaba entre que me arrepentía y las entregaba. No sabía como reaccionarían). Siempre la gente tiene la impresión de que soy una persona poco sensible o reflexiva, debido a que soy muy extrovertido y frontal (Tratando de no ser antipático) , por lo que la impresión del gesto fue bastante evidente. En gran parte pienso que mi actitud es una especie de armadura, y no siempre me ha gustado ser así.

¿A que viene esto? Pues que pronto viajo, y dejo por un tiempo mi trabajo, y para ser franco me dió mucha lata no poder despedirme de todos. Y también soy franco al decir que con la mitad de las personas con las que trabajo no he cruzado más de 10 palabras en un mes (y no soy lo que se llama un hombre silencioso), pero aún así, siempre siento la necesidad de decir adiós, de agradecer, por último, el hecho de estar allí.

Tal vez a la gente les dé exactamente lo mismo, o tal vez se sientan porque piensen que no tengo sentimientos con ellos (y en realidad es eso lo que más me preocupa), y no sé si debiese darme lo mismo a mí también, pero lo cierto es que no me da lo mismo (aunque nunca lo demuestro).

Como todo lo que hago, aparento ser de hierro, aparento que no me interesa. Tampoco es que me desplome por no poder despedirme, no es algo que me quite el sueño tampoco, pero es una pequeña molestia, una piedra en el zapato que no me puedo quitar al momento de despedirme, y que siempre me llena de melancolía al momento de partir, sin importar donde vaya.

Así que me despido por ahora, tal vez por uno, dos, tres días o más, pero aún así quiero hacerlo.

Adiós a tí que lees...

Gracias por hacerlo...

miércoles, 14 de febrero de 2007

Desde la ventana

Yo la quería mucho. No sé si la amaba, pero la quería mucho, y no soporto verla con otro. No puedo saber cosas sin pasarme rollos y tener que estar pensando todo el día en ella. Me duele el estómago y se me apreta el pecho.

Y no puedo dejar de pensar que fue todo una fantasía, que en realidad nunca me quiso, que en realidad nunca pensó en quedarse conmigo. Y no porque fuese mala, o manipuladora, o simplemente una "calienta sopas", sino que porque nuestra diferencia de edad no permitía que me viera con otros ojos.

A pesar de que compartíamos largos y buenos momentos, nunca llegué a besarla. Y eso es lo que más me pesa, el hecho de que nunca pude decirle a la cara lo que sentía.

Nunca pude decirle que disfrutaba el hecho de estar con ella, tan solo con ella. De sentarme a su lado, aunque fuese en silencio, y reírme con ella, y abrazarla, sabiendo en cada segundo que pasaba que en cualquier momento aparecería otra persona, y ella se iría, porque yo nunca pude sacarme de encima el miedo.

Y así la perdí, perdí su risa, su perfume, sus conversaciones, sus caricias, todo.

Lo que no me queda claro es que tan preponderante fue su belleza física, pues al final ya ni me fijaba en su cuerpo, sino que le miraba los ojos. Gracioso, fue lo último que miré al principio.

Pero eso ya no importa, ya no está, y no creo volver a verla. Trato de saber lo menos de ella, como si quisiera que se la llevara el viento. Pero me pesa demasiado, y no puedo desligarme así como así.

Seguramente, no va a ser la última vez que escriba de ella, y eso me apesta...

martes, 13 de febrero de 2007

Punto de partida

En realidad nunca sabré bien el por qué partí con este blog, pero lo cierto es que tenía la necesidad inminente de tener un lugar donde desahogarme.

Y tenía también la necesidad de mostrar un lado de mí que no siempre muestro (en realidad nunca) donde no tuviese miedo a hablar de lo que fuese, de aquello a lo que le temía, de aquello que no me atrevo a decir.

Puede ser que sea cobarde mi actitud de no escribir con mi nombre real. Puede ser, pero he aprendido también que datos reales producen daños reales, así que prefiero dejarlo así en estos momentos.

En fin, trataré de escribir periódicamente para lograr encontrar un poco de descompresión en un mundo tan saturado, y obviamente, compartir alegrías y buenos momentos.

En general no soy un hombre depresivo, pero a veces es necesario también un lugar donde sacarse la armadura y ser uno mismo.

Desnudo...

Solitario...

Sin más máscaras...